Llevaba años sin hacerlo, pero pasada la medianoche la imagen más venerada de Mallorca volvió a la Catedral, donde fue recibida por el obispo y los fieles
G. RODAS. PALMA. Por primera vez en los últimos años, el Sant Crist de la Sang, la imagen más venerada actualmente en Mallorca, entró ayer en la Seu. Lo hizo con motivo de la procesión más antigua, esperada y concurrida de las que vive Palma, la del Dijous Sant, desfile que fue seguido por miles de ciudadanos y que encontró su momento culminante cuando la citada talla fue colocada en el altar mayor de la Catedral, a la vista de todos los penitentes. En realidad no hubo una, sino dos procesiones: la oficial, la que llevó el Sant Crist en posición vertical desde la Plaça de l´Hospital a la Seu, donde llegó pasada la medianoche; y otra, menos concurrida pero igual de sentida, la que le devolvió al Hospital General, en esta ocasión en posición horizontal, ya bien entrada la madrugada.La procesión de procesiones echó a andar en el patio de La Misericòrdia, punto de encuentro de los cofrades de las treinta y dos agrupaciones que participaron en el maratoniano desfile. Allí los penitentes se ordenaron en formación antes de iniciar la obligada visita a la iglesia de la Anunciació del Hospital General -donde les esperaba la venerada imagen-, por el número 4 de la calle de las Esparteres. "Solo pueden pasar cofrades", aclaraba un agente de la Policía Nacional a quienes intentaban entrar en la trastienda de la basílica. Mientras, los costaleros hacían tiempo antes de la larga caminata en la plaça de l´Hospital, vigilando los pasos, cigarro en mano unos, mordiendo bocadillo el resto.La Processó partió a las siete y media. Delante iba la Policía Montada con su uniforme de gala, los Tamborers de la Sala y los denominados ´libres´, penitentes que han hecho una promesa y que caminan sin capirotes ni escudos. Eran en torno al medio centenar y uno de ellos portaba una cruz al hombro, algo inusual entre los ´libres´. Las cofradías salieron por escrupuloso orden cronológico, a diferencia de los últimos años. Así lo había decidido el comité de la Semana Santa palmesana, que quiso recrear un Via Crucis viviente para que cada uno meditara interiormente la Pasión de Jesús. La otra novedad, la que marcaba el recorrido, consensuado por todas las agrupaciones, satisfizo a la mayoría, pero al final resultó casi tan largo y cansado como el de las últimas procesiones, que arrancaba y concluía en la plaça de l´Hospital. Cuando el Crist de la Sang partió de la plaça de l´Hospital hacía ya tiempo que la primera cofradía, la más novel de cuantas participaron, la Hermandad Sta. Caridad y del Beato Junípero Serra, había entrado en la Seu. Como el resto de cofradías, dejó su estandarte en el interior del templo y sus miembros aguardaron la llegada de la imagen de la Sang, que preside desde el año 1564 la procesión del Dijous Sant. Frente al portal mayor de la Catedral, por donde entraron los cofrades, grandes y pequeños -algunos penitentes se quejaron de que niños casi bebés desfilaran a brazos de sus padres-, se concentró numeroso público. Otro punto que registró gran afluencia fue la Costa de la Sang y la de Oms, que al ser subida, hacia Sant Miquel, obligó a los costaleros a parar en más de una ocasión para reponer fuerzas. En los últimos treinta años el Crist de la Sang solo había entrado una vez en la Seu. Esta madrugada volvió a hacerlo, siendo recibido por el obispo, que rezó una oración, y el cabildo catedralicio. Emotivo resultó el canto del Credo d´en Romeu y la estampa de todos los pasos en la plaça de l´Almoina en señal de honor y respeto a la talla más venerada por los mallorquines.
G. RODAS. PALMA. Por primera vez en los últimos años, el Sant Crist de la Sang, la imagen más venerada actualmente en Mallorca, entró ayer en la Seu. Lo hizo con motivo de la procesión más antigua, esperada y concurrida de las que vive Palma, la del Dijous Sant, desfile que fue seguido por miles de ciudadanos y que encontró su momento culminante cuando la citada talla fue colocada en el altar mayor de la Catedral, a la vista de todos los penitentes. En realidad no hubo una, sino dos procesiones: la oficial, la que llevó el Sant Crist en posición vertical desde la Plaça de l´Hospital a la Seu, donde llegó pasada la medianoche; y otra, menos concurrida pero igual de sentida, la que le devolvió al Hospital General, en esta ocasión en posición horizontal, ya bien entrada la madrugada.La procesión de procesiones echó a andar en el patio de La Misericòrdia, punto de encuentro de los cofrades de las treinta y dos agrupaciones que participaron en el maratoniano desfile. Allí los penitentes se ordenaron en formación antes de iniciar la obligada visita a la iglesia de la Anunciació del Hospital General -donde les esperaba la venerada imagen-, por el número 4 de la calle de las Esparteres. "Solo pueden pasar cofrades", aclaraba un agente de la Policía Nacional a quienes intentaban entrar en la trastienda de la basílica. Mientras, los costaleros hacían tiempo antes de la larga caminata en la plaça de l´Hospital, vigilando los pasos, cigarro en mano unos, mordiendo bocadillo el resto.La Processó partió a las siete y media. Delante iba la Policía Montada con su uniforme de gala, los Tamborers de la Sala y los denominados ´libres´, penitentes que han hecho una promesa y que caminan sin capirotes ni escudos. Eran en torno al medio centenar y uno de ellos portaba una cruz al hombro, algo inusual entre los ´libres´. Las cofradías salieron por escrupuloso orden cronológico, a diferencia de los últimos años. Así lo había decidido el comité de la Semana Santa palmesana, que quiso recrear un Via Crucis viviente para que cada uno meditara interiormente la Pasión de Jesús. La otra novedad, la que marcaba el recorrido, consensuado por todas las agrupaciones, satisfizo a la mayoría, pero al final resultó casi tan largo y cansado como el de las últimas procesiones, que arrancaba y concluía en la plaça de l´Hospital. Cuando el Crist de la Sang partió de la plaça de l´Hospital hacía ya tiempo que la primera cofradía, la más novel de cuantas participaron, la Hermandad Sta. Caridad y del Beato Junípero Serra, había entrado en la Seu. Como el resto de cofradías, dejó su estandarte en el interior del templo y sus miembros aguardaron la llegada de la imagen de la Sang, que preside desde el año 1564 la procesión del Dijous Sant. Frente al portal mayor de la Catedral, por donde entraron los cofrades, grandes y pequeños -algunos penitentes se quejaron de que niños casi bebés desfilaran a brazos de sus padres-, se concentró numeroso público. Otro punto que registró gran afluencia fue la Costa de la Sang y la de Oms, que al ser subida, hacia Sant Miquel, obligó a los costaleros a parar en más de una ocasión para reponer fuerzas. En los últimos treinta años el Crist de la Sang solo había entrado una vez en la Seu. Esta madrugada volvió a hacerlo, siendo recibido por el obispo, que rezó una oración, y el cabildo catedralicio. Emotivo resultó el canto del Credo d´en Romeu y la estampa de todos los pasos en la plaça de l´Almoina en señal de honor y respeto a la talla más venerada por los mallorquines.

No hay comentarios:
Publicar un comentario